domingo, 5 de octubre de 2014

LAS NUEVAS FORMAS DE ECONOMÍA: FIN DEL PATERNALISMO DEL ESTADO


El paternalismo de estado está llegando a su fin. La fórmula persuasiva de proteger a los buenos ciudadanos a cambio de decidir por ellos lo que les conviene, ya no es más creíble. El estado no ha sido capaz de protegernos de las estafas mundiales orquestadas por la banca ni de los abusos de las multinacionales para obtener ventajas frente a los pequeños empresarios.  Por el contrario, los casos crecientes y extendidos de corrupción en el seno de las cúpulas de poder hacen pensar, cada día más, que es de ellos de quien debemos protegernos. El estado hoy es un ente que trata al ciudadano como un cliente al que debe satisfacer mínimamente por intereses propios desligados del pueblo. Los partidos, son empresas que compiten entre ellas para ganar cupo de poder, lejos de revisar sus ideales e investigar cómo aplicarlos. En este delicado intercambio con el cliente, el estado busca contentar sus necesidades ociosas, económicas e identitarias. El bienestar, es la palabra mágica que compra el alma de los ciudadanos. Hoy ya no escandalizan estos comentarios
Pero la propia dinámica social está socavando esta pretendida seguridad del estado que avala para el ‘buen ciudadano’. Uno de los signos de esta revolución social son las nuevas formas de organización ciudadana  que van surgiendo. Lo lamento por aquellos devotos ciudadanos controlados por las instituciones oficiales, pero hay que caminar a favor de la sostenibilidad y el aprovechamiento los recursos naturales. Compartir, es el nuevo paradigma que está aflorando con las nuevas tecnologías. No es menos sorprendente el nivel de fiabilidad horizontal que permite estos nuevos tipos de intercambio social. Lo denominan ‘economía colaborativa’. Es necesario, pues, reconsiderar el papel intrusivo del estado, escondido bajo la falsa seguridad para el ciudadano. 
    En mi barrio so pretexto de barullo para el vecindario no se dan licencias para apartamentos turísticos. El incivismo de algunos y la incapacidad del ayuntamiento para gestionarlo, no debería saldarse con una prohibición que capa la libertad de los ciudadanos para compartir su vivienda o cederla a cambio de unos ingresos. Comprendo que el trust bancos-estado-grandes empresas esté atemorizado ante la amenaza de esta economía que mejora la sostenibilidad del planeta; tal vez en números enteros signifique un decrecimiento del PIB pero en calidad medioambiental no dudo que significará un significativo crecimiento. No es ningún secreto la presión de los hoteleros para erradicar de los barrios en lo posible este tipo de transacciones. Quien alquila una habitación, está optimizando el aprovechamiento de los recursos naturales y el esfuerzo humano para construir su piso. Quien comparte un viaje en coche optimiza el aprovechamiento del carburante que gastaría igualmente viajando solo. Quien alquila su piso tiene que desplazarse a otro piso más pequeño o compartir con otros. De este modo, visto en conjunto, con menos recursos naturales y menos agentes contaminantes, puede preservarse las necesidades de consumo. Es más sostenible y créanme, esto se siente en el espíritu de las personas que participan de estos nuevos modelos.
Estoy de acuerdo, hay que crear nuevas regulaciones adecuadas para proteger al ciudadano de abusos y de posibles infractores en este nuevo tipo de organización social; hay que minimizar los perjuicios y fiscalizar las nuevas formas de economía.  Considero que este debería ser el papel de las instituciones en su misión esencial de optimizar la convivencia de los ciudadanos. Compartir automóviles, rentabilizar los pisos, la wilkipedia, y cuantas formas surjan para mejorar la sostenibilidad es un adelanto social para la supervivencia y felicidad humana en este planeta.


Joan Bähr
joanbahr@ymail.com