sábado, 24 de diciembre de 2011

MENSAJE NAVIDEÑO SOBRE LA ECOLOGIA


   No se trata aquí de concebir las causas que han conducido en este peligroso escenario de degradación medioambiental cuyo fin no parece todavía vislumbrarse. Bien sabido es, sin entrar en muchos matices, que el uso de los combustibles fósiles en la producción industrial fue el disparo de salida a una verdadera revolución, imparable, cuyo signo no ha revertido todavía. La tremenda transformación que supuso substituir la energía directa del sol, que alimentaba básicamente toda fuente de energía antes de introducir la máquina de vapor, obtuvo dramáticas consecuencias. El consumo de las reservas energéticas (de sol) acumuladas durante millones de años en el subsuelo, dio pié a esta orgía capitalista cuyas alteraciones en las relaciones de trabajo, en los valores humanos  y en los símbolos de satisfacción, está presente. Esta explosión incontenible, en adición, prendió la llama de un problema insospechado por aquel entonces: la degradación medioambiental del planeta, cuya amenaza más devastadora se patentiza en el cambio climático, por no alargarme más. En este marco histórico, la ecología se sigue tratando popularmente como una ciencia reivindicativa cuya finalidad es, denunciar las causas de una situación anómala que nos está destruyendo como especie, y proponer unas acciones apropiadas para contener, sino revertir, esta situación en lo posible.
   En nuestro interior no hemos cambiado tanto; somos como aquellos mismos hombres antiguos para los cuales la naturaleza era un enemigo a doblegar con el fin de explotarla sin piedad y desterrar los males que pudiera ocasionar. Esto ponía en la misma franja animales, plantas, árboles o minerales. Pero no siempre debió ser así puesto que aun hoy se conocen tribus que reverencian y sacralizan la naturaleza con todos sus seres. No sé cuando se produjo esta transfiguración, aunque parece plausible teorizar que fue el sedentarismo quien modificó la posición del Hombre en la naturaleza. Sorprende por ejemplo viajar hoy por la meseta española sin ver apenas árboles debido a la construcción de la armada invencible, el pastoreo y otros intereses que se cebaron en ellos. Y más sobrecoge aun saber que alrededor de cuarenta millones de bisontes fueron matados con el único propósito de dejar sin su alimento a los indios americanos. No habría como enumerar todos los magnicidios que han diezmado la vida en zonas de nuestro planeta por  fines privados.
   Yo, estoy interesado en entender ahora la ecología desde otra perspectiva. No como la necesidad de reestablecer un orden que permita seguir adueñándonos del planeta sin poner en peligro nuestra existencia como humanidad. Quiero sentir la ecología como un fin en sí misma. Mi amigo Ángel, –nunca un nombre más acertado para la ocasión–, me recordaba en una ameno viaje nocturno, las condiciones en las que se dio el sagrado nacimiento. En un humilde establo, conviviendo con un buey y un asno nació el niño Jesús. Es de suponer que habrían heces, paja, tierra, insectos revoloteando, pequeños utensilios de faena y todo lo que suele albergar este tipo de construcción. María a lomos del asno y José, ambos en tránsito, se apearon ahí para formar la sagrada familia tras ser rechazados por los dueños de algunas viviendas convencionales(Lc. 2,7). No creo que a nadie se le ocurra discutir la relevancia significativa en los escritos evangélicos, de cada detalle de lo que ocurrió, lejos de pensar que la trascendencia de este pasaje es de carácter fortuito. Me pregunto como el cristianismo en todas sus variantes canónigas, no ha asimilado públicamente este mensaje ecológico tan claro de la Navidad. Algunos aseguran, incluso, que Jesús nació en una cueva (que hoy puede visitarse en Belén)  –Justino, (Diálogo con Trifón 78 y Orígenes (Contra Celso 1,51) y los evangelios apócrifos (Protoevangelio de Santiago 20; Evangelio árabe de la infancia 2; Pseudo-Mateo 13)–. 
    El relato que ha pervivido hasta hoy muestra que la representación de lo más puro, bello y bondadoso, se origina en armonía con la naturaleza. La apropiación del medio natural representada por los que rechazan darles acogida en la morada de su propiedad, no es equiparable con la acogida que la naturaleza les brinda en el seno de una cueva, o de un simple establo de madera, en íntima convivencia con unos animales que les protegen. La excelsitud de este sencillo pesebre dista mucho de los sacrificios de animales en conmemoraciones religiosas, o de las colosales construcciones eclesiásticas; por el contrario, ejemplifica cómo somos un factor necesario dentro del cosmos de la vida en la naturaleza. La naturaleza es vida y la vida del niño Jesús no podía engendrarse apartada de la naturaleza más elemental. La familia es también la expresión más reducida de una sociedad. Aquí se ilustra cómo el origen social se integra con el desarrollo natural del medio en el que se estructura. La sociedad más sabia es la que no daña la Vida. Podría decirse que esta utópica sociedad haría innecesaria la posibilidad de reciclar sus deshechos puesto que no existirían. La ecología como ciencia, debe velar por restituir el goce más esencial del Hombre que le une al sentido natural de la vida. Os deseo a todos unas buenas y felices eco-navidades.



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