domingo, 29 de enero de 2012

Las tres eco-gracias

Belleza, bondad y goce. Se las conoce como las tres gracias y se las presenta desde la antigüedad entrelazadas por las manos y danzando en círculo. Particularmente a mí, esto me sugiere tres aspectos radiantes de un mismo valor que se revela en la combinación de este movimiento circular.
   Aunque podamos describir cosas bellas, es imposible describir la belleza en sí, ni tampoco el goce, ni la bondad. Reconocemos situaciones en las que se hacen visibles, pero no disponemos de unos caracteres diferenciales o genéricos que reafirmen su aparición en las cosas. No obstante, sí intuimos su afinidad entre ellas; cabría incluso añadir que su afinidad es indicador de una conducta o un comportamiento noble. Aquí es, donde mi especial interés por la ecología, entronca con este pensamiento. La ecología es un valor que combina las tres gracias en danza. Lejos de tratarla únicamente como una ciencia destinada a sostener nuestro confort bajo unas condiciones medioambientales, se destina ella a nosotros para proveernos un sentido misterioso de la vida.
  Pese a que cada uno pueda tener una imagen personal de estas cualidades, la inteligibilidad de estas palabras es suficiente como para no errar mucho al situarlas en algo. No digo que por separado, no sean opinables, pero cuando coinciden las tres en nuestra percepción de algo, parece como si su afinidad destellara en nuestra sabiduría más primordial. Parece incluso que no se pueda dudar de su ser al contemplarlas combinadas en un acontecimiento.
   El término "gracia", indica ya la capacidad que tiene un episodio exterior de avivar nuestra sabiduría más profunda. Por esto nos sentimos agradecidos y hablamos de gratitud. Y si convenimos que no es nuestro interés personal lo que nos hace merecedores de estos regalos, es lógico que se presenten en situaciones análogas para cada uno.
   Yo siento que no decido que la contaminación afea los paisajes, ni que la muerte masiva de peces  contaminados contraviene la bondad, ni que me displazca inhalar el humo de los camiones. La contemplación visual de un moderno ballenero al atardecer sobre las costas del pacífico, puede resultar agradable a mis ojos, pero su cubierta atestada de ballenas perforadas repugna a mi visión de la bondad. Incluso la utilidad benefactora de unos contenedores de plástico para el reciclaje se ve ensombrecida por la fealdad del propio material y pinturas empleadas. Hasta un bote de plástico en el bosque, me incomoda más que una lata oxidada. Son ilustraciones de situaciones en las que la disonancia entre las tres gracias mencionadas rompe el círculo que las une.
    Y tengo casi la plena convicción de que si ninguna de estas gracias se manifiesta en una situación, el rechazo hacia ella es universal. Sin embargo el círculo de sabiduría que conforman estos tres aspectos enlazados, dista mucho de ser perjudicial para la salud del planeta. La sonrisa de un bebé, el rocío veraniego, el amor de los amantes tal vez sean buenos ejemplos de consonancia entre el amor o bondad, el placer y la hermosura, pero también lo es cuidar un jardín, reforestar una zona, silenciar ruidos molestos, pacificar un conflicto o preparar un plato saludable.
   En resumen, las Tres Gracias son aspectos que iluminan el acierto de las acciones humanas. Por esto siento que la destrucción del planeta es sintomático de la desgracia que atraviesa la condición humana en este momento. La salvación que buscamos no la encontraremos en el ácido de nuestra destrucción, sino en las fuentes de este saber más profundo.

Para saber más:  Olives Puig, J., La ciudad cautiva, Barcelona, Siruela, 2006, pp. 138-158  

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