
Cuando se trata un asunto muy importante solemos optar por mantener un contacto personal. Lo saben bien los altos
dirigentes, quienes, pese a su apretada agenda, se personan donde sea para
optimizar la comunicación. Pero, ¿qué es lo que vemos en la animación física
del otro?: la singularidad de alguien único para nosotros. Lo extraordinario es que, recíprocamente, yo soy un ser único también para él. Y cuando esto ocurre, entre éste y yo se funda
algo especial que restará nuevamente para futuros encuentros. Es así
como surge una singular conexión que por separado no tiene ninguna fuerza para existir. En esto reside el éxito del
entendimiento entre pequeños grupos de personas: su interrelación corporal. La fonética de unas descripciones constituidas por unos símbolos
universales es superada por una comunicación inefable, donde se accede a
tantísimos registros imposibles de cuantificar.
En el centro de todas las “conexiones interpersonales" aparece una "conexión intragrupal" en la que uno se reconoce y en gran medida, por los demás con quienes
comparte situaciones comunes, aunque ellos, análogamente, se reconocen por
otros entre los cuales estoy yo. Esto es lo interesante de la comunicación en
las pequeñas comunidades. Miradas transversales dirigidas a éste, aquél o a
todos, puesto que todos se conocen y actúan como un cuerpo común, al propio tiempo que
cada uno es un universo propio, en el cual constituye
su mundo y sus decisiones.
La política debe orientarse desde lo pequeño, lo recóndito, donde hombres y mujeres pueden adentrarse en unos problemas comunes y ampliar su círculo en cuestiones más generales pero sosteniendo con firmeza su pequeña diferencia. No me cabe duda de que la custodia de los intereses ecológicos está mejor en las propias comunidades que habitan los territorios que en unos dirigentes urbanos y desnaturalizados cuya percepción en cifras y datos nunca se traduce en la vivencia directa de los lugares degradados. Las excepciones pueden deberse a tentadoras ofertas económicas que nunca serían posibles en una sociedad que pudiera ejercer localmente la gobernanza de sus cuestiones cívicas.
joanbahr@ymail.com
La política debe orientarse desde lo pequeño, lo recóndito, donde hombres y mujeres pueden adentrarse en unos problemas comunes y ampliar su círculo en cuestiones más generales pero sosteniendo con firmeza su pequeña diferencia. No me cabe duda de que la custodia de los intereses ecológicos está mejor en las propias comunidades que habitan los territorios que en unos dirigentes urbanos y desnaturalizados cuya percepción en cifras y datos nunca se traduce en la vivencia directa de los lugares degradados. Las excepciones pueden deberse a tentadoras ofertas económicas que nunca serían posibles en una sociedad que pudiera ejercer localmente la gobernanza de sus cuestiones cívicas.
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