Recientemente regreso del Symposium "Ecosofia i intuïció cosmoteándrica"
dentro de los actos del año Pannikar 2018 conmemorando los 100 años desde su
nacimiento. Si hay algo que los ponentes en general defendían es la idea de la
existencia de un Unidad sobrevolando por encima de todas las maneras en la que
entendamos las relaciones entre los seres humanos y
la naturaleza. La UNIDAD como centro gravitatorio de la teoria Gaya, donde se defiende la
Tierra como un organismo vivo e inteligente; o Dios en el estudio comparativo de religiones.
El mater-mundi
de una Supraunidad divina o material sobrevolando por encima de todo
antagonismo dialéctico, puede que haya servido para atemperar los últimos
milenios de patriarcalismo, abandonando a una segunda posición la figura de la mater real encarnada en las mujeres.
El
contrapunto al tejido interestelar de un Ser
eterno en cuyas tripas hay algo, alguien - Dios, Brhama, el gran
espíritu, la conciencia intersubjetiva- , reside en la fugacidad de un
instante sin tiempo, un aquí sin lugar, una libertad sin restricciones, una
individualidad a ultranza, una antimateria. En el camino medio entre la unidad y el vacío aguarda la creatividad; una lanza para perforar los tejidos
eternos del orden constituído que siempre va un paso por detrás del ahora vivo y presencial. En las bodegas del antropocentrismo hay una consciencia individual que encuba todo en una Unidad. Los misterios que se cuelan por sus fisuras,
imposibles de ordenarlos, orientan el antropocentrismo
hacia un teocentrismo, en una figura
omnipotente, que sirve de alguna manera para legitimar el antropocentrismo cargando en sus
espaldas con lo extraño y extralimitado.
El acontecimiento natural es cósmico y
caótico dominando indistintamente uno sobre lo otro; y no puede estar sometido a
ninguna regulación eterna. Contemplando sin juicio, sorbiendo de la intuición instintiva, aparece el
amanecer de un diálogo con la natura liberador para los seres humanos confinados en el humo de su pensamiento denso y pegajoso, vacío de gozo
espontáneo. El daño irreparable a la exhuberancia indescriptible de millones de
especies animales y vegetales, nos castiga con el látigo del estrés, la
preocupación, la perversión sexual, el ansia incontrolada, la morbosidad, el cansancio
crónico y una lista de síntomas en la carcel de un pensamiento regulador del
acontecimiento natural. Muchas tradiciones buscan integrar la libertad e independencia
de los seres humanos alzando el techo de la unidad con complicadas
formulaciones. No aceptan la ruptura insolente del tiempo continuo ni tampoco la
creación de un camino sin comienzo. El dominio ejercido sobre la naturaleza ha colocado
al ser pensante en una fosa de unas reducidas dimensiones que cree ubícua.
En la naturaleza, el roce entre seres tiene
imprevisibles reacciones. Porqué no aceptar que somos un sistema nodal de relaciones
cruzadas sin centro ni periferia; un intercambio orgánico de cuerpos aguerridos
que se enfrentan y se entrevierten en un esfuerzo por distinguirse y arroparse.
La jaula de seguridad constituida por el capital humano es un mito, cuelga de
una frágil cohesión ciega en la hondura de un profundo lodal anegado. El insumiso
a la Unidad está facultado para crear
dialogando con un inconsciente sin contaminar. Recobra la vida del paraiso
olvidado del que nos hemos expulsado.
Hay que ver que nuestra realidad es solo
nuestra, en la medida en la que aparece desde un acto de libertad,
liberador, fresco, espontáneo y reparador. La vida salvaje, mutilada del
inconsciente, ha conducido la vida humana consciente hacia la neurosis y la
depresión. La herida está ahí y seguirá sangrando hasta que se recobre el
respeto hacia los territorios salvajes, inseguros, heterogéneos, en donde la unidad
no es factible. Donde la sorpresa, la novedad, el acecho, la alteridad, la finitud
y la distinción, son sus cordenadas secretas. El corte que separa algo de otra cosa, abre
la intuición hacia aquello, insertando furtivamente al perceptor en su nicho correspondiente del territorio. La veneración devota y sumisa a la Unidad
ha derivado hacia la uniformidad que
impera a nivel planetario en el presente. Hasta no recuperar la otreidad, la
alteridad, el vacío en un entrecruce de miradas, los ríos sin puentes, la vida
salvage confinada ahora a espacios controlados, algo de mí seguirá dormido, sin
florecer, muerto. Querer anillar la Ecosofia
en los formatos de la Unidad, es detenerla, contenerla, impedirle avanzar para readaptar la Vida a los territorios sin
un orden instituído. Hay que recuperar la Vida, en definitiva, en la que el ser
humano se distingue propiamente.
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