lunes, 30 de marzo de 2020

Vulnerabilidad de la especie humana.


Algo que se está evidenciando en estos días es la vulnerabilidad del ser humano, como especie, en un ecosistema modelado a su antojo para sus propios intereses. Cuando creyó tener un dominio casi exhaustivo de la naturaleza, ésta le propicia un revés que le deja temblando. Y no por la mortalidad de este virus, que no es crítica, sino por su incapacidad organizativa para controlarlo. 
Vi a Pedro Sánchez arrasado por la impotencia, implorando a la nación que se sintiera más unida que nunca y apelando a unos buenos sentimientos de solidaridad para luchar contra la pandemia.  En resumen, transmitiendo un pánico espantoso puesto que no tenía ni idea de cómo resolver el problema. Quería nadar y guardar la ropa y no sabía cómo hacerlo. Nunca vi a un presidente español tan desesperado, (incluso más que Zapatero cuando imploraba a la nación para que nadie  dejara de consumir: de comprar cosas). No tenía ninguna herramienta en su taller ideológico que valga para reparar esta avería. 
Al virus le da completamente igual el color de la ideología del presidente. El virus no entiende de modos de producción ni de reparto de la riqueza. Así, el dirigente, finalmente y en tono suplicante, se encomendó al oráculo para que le dijera qué hacer. El oráculo le expuso todas las recomendaciones científicas que ahora estamos siguiendo. Un positivismo científico, que ha conquistado la luna, que modifica la genética de los cuerpos, que navega por la órbita de los átomos, pero que por ahora no tiene una respuesta contundente a los insultos que la naturaleza le está propinando. 
Esta es la gran lección de humildad que podemos aprender. Ahora mismo seguimos las recomendaciones de mantener más de un metro de distancia entre nosotros, lavarnos las manos asiduamente, mascarilla, etc etc… Somos potenciales enemigos unos de los otros simplemente por cruzarnos en el mismo camino. Cada uno está confinado en su casa y sin la menor idea de cuándo acabará, cómo acabará, y lo peor de todo, de cómo seguirá. Este miedo que se ha apoderado de la humanidad debido a la incerteza de unas medidas de prevención jamás vistas, e impuestas por unos estados democráticos de derecho, de los que presumimos, tiene que conducir a alguna reflexión sobre los últimos siglos de progreso desbocado que hemos desarrollado. Quizá sea tiempo de destronar a la ciencia del lugar divino que ha usurpado y dejar hablar en algún rincón a la intuición lógica de un sentimiento carnal que nunca percibe la naturaleza como un sistema biomecánico al servicio exclusivo del Ser Humano. 

El dragón, en su agonía, ha dado un coletazo. La naturaleza está viva y, lo queramos o no, participamos de esa Vida. Por ese motivo, hay que cuidarla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario