sábado, 25 de abril de 2020

El confinamiento como ocasión para una transformación global


No deja de sorprenderme que a muchos de los filósofos e historiadores preeminentes (Lee Byung-hun, Yuval Noah Harari, Marina Garcés….) cuando se les pregunta por las consecuencias que seguirán a esta situación, su gran preocupación se centre únicamente en los cambios sociales dentro de las relaciones humanas que puedan devenir de las excepcionales medidas  implantadas para hacer frente a esta pandemia mundial. Atrapados en las redes de modernidad donde el ser humano impone la medida de todas las cosas, era de esperar este tipo de intelecciones que subrayan. Sin querer restarles importancia, tal vez ya toca que el giro copernicano de un contra golpe de volante para no derrapar fuera del circuito de la vida.

Hoy el ser humano no solo se confronta a sí mismo, sino también como especie en su hábitat planetario. ¡¡¡Es un hecho insólito!!!. Esta pandemia está marcando límites en su dominio sobre su hábitat terrestre, y por cierto, para alivio de las otras especies que lo cohabitan con él. Pero parece que en los despachos de la academia no interesa mucho el rédito intelectual de asumir estas evidencias.

Yo, pondría más la atención en futuros acontecimientos que se están gestando con previsibles consecuencias catastróficas, de cumplirse los vaticinios de la comunidad científica. Pero para éstos, no habrá posible vacuna. Puede incluso que la actual pandemia quede relegada a un desgraciado episodio estacional de segundo grado.

Lo cierto es que, pese al coste humano de esta pandemia, nunca habremos tenido, ni quizá volvamos a tener, una oportunidad como esta para testar unos indicadores mundiales valiosísimos para corregir la trayectoria humana que amenaza con su autodestrucción, parcial, o total. Hay un filón de variables cruzadas dentro de este movimiento tan anormal, tremendamente útiles para poder prepararse y reparar en lo posible el descalabro que hemos creado. Estamos en condiciones de testar la resistencia psicológica del confinamiento mundial, la desescalada consumista durante este período, las obligadas alteraciones en el modelo contemporáneo de bienestar, la caída fulminante de las corporaciones petrolíferas y sobre todo el comportamiento de la economía mundial cuando las fuentes de ingresos y de gasto decaen drásticamente  por imperativos no humanos. En la contrabalanza,  vemos los bajos índices de polución ambiental, de emisiones de CO2 y de presión medioambiental sobre la naturaleza salvaje y hasta los beneficios de la austeridad humana para sus relaciones interpersonales. 
Si no trabajamos ahora con estos datos  para intuir soluciones prácticas con sentido, tal vez pase de largo la oportunidad. Es un momento privilegiado para repensar de modo práctico el redireccionamiento del comportamiento humano hacia una reconstrucción de su hábitat como alertan los científicos por unanimidad.  Siento la falta de personas influyentes en la academia qué pongan el acento en este otro tipo de enfoque  que subraya la relevancia que tiene para el Ser humano encontrar cual es su función en el ecosistema terrestre. No vendría mal para ello releer a los antiguos, como las meditaciones de Marco Aurelio, o regresar imaginariamente al aula en el jardín de Epicuro. 


Para cualquier parte de la naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza del conjunto y lo que es capaz de preservarla"- Marco Aurelio – Meditaciones (Libro II)

 ‘Consideremos, además, que, de los deseos, unos son naturales, otros vanos, y de los naturales, unos son necesarios, otros sólo naturales; de los necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otro para la ausencia de malestar del cuerpo, otros para el vivir mismo. Pues una consideración no descaminada de éstos sabe referir toda elección y rechazo a la salud del cuerpo y a la imperturbabilidad <del alma>, puesto que esto es el fin de la vida venturosa. En efecto, es en virtud de esto que hacemos todo, para no padecer dolor ni turbación. Y una vez ha surgido esto en nosotros, se apacigua toda tempestad del alma, no teniendo el viviente que ir más allá como hacia algo que le hace falta, ni buscar otra cosa con la cual completar el bien del alma y del cuerpo. Porque nos ha menester el placer cuando, por no estar presente, padecemos dolor; <pero cuando no padecemos dolor, no nos es preciso el placer’.- Epicuro – Carta a Meceneo

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