No deja de
sorprenderme que a muchos de los filósofos e historiadores preeminentes (Lee
Byung-hun, Yuval Noah Harari, Marina Garcés….) cuando se les pregunta por las
consecuencias que seguirán a esta situación, su gran preocupación se centre
únicamente en los cambios sociales dentro de las relaciones humanas que puedan
devenir de las excepcionales medidas
implantadas para hacer frente a esta pandemia mundial. Atrapados en las
redes de modernidad donde el ser humano impone la medida de todas las cosas, era
de esperar este tipo de intelecciones que subrayan. Sin querer restarles importancia, tal vez ya toca que el giro copernicano de un
contra golpe de volante para no derrapar fuera del circuito de la vida.
Hoy el ser humano no solo se confronta a sí mismo, sino también como
especie en su hábitat planetario. ¡¡¡Es un hecho insólito!!!. Esta pandemia
está marcando límites en su dominio sobre su hábitat terrestre, y por cierto, para
alivio de las otras especies que lo cohabitan con él. Pero parece que en los
despachos de la academia no interesa mucho el rédito intelectual de asumir estas
evidencias.
Yo, pondría más la atención en futuros acontecimientos que se están
gestando con previsibles consecuencias catastróficas, de cumplirse los
vaticinios de la comunidad científica. Pero para éstos, no habrá posible
vacuna. Puede incluso que la actual pandemia quede relegada a un desgraciado
episodio estacional de segundo grado.
Lo cierto es que, pese al coste humano de esta pandemia, nunca habremos
tenido, ni quizá volvamos a tener, una oportunidad como esta para testar unos
indicadores mundiales valiosísimos para corregir la trayectoria humana que amenaza
con su autodestrucción, parcial, o total. Hay un filón de variables cruzadas dentro
de este movimiento tan anormal, tremendamente útiles para poder prepararse y reparar
en lo posible el descalabro que hemos creado. Estamos en condiciones de testar
la resistencia psicológica del confinamiento mundial, la desescalada consumista
durante este período, las obligadas alteraciones en el modelo contemporáneo de
bienestar, la caída fulminante de las corporaciones petrolíferas y sobre todo
el comportamiento de la economía mundial cuando las fuentes de ingresos y de gasto
decaen drásticamente por imperativos no
humanos. En la contrabalanza, vemos los
bajos índices de polución ambiental, de emisiones de CO2 y de presión medioambiental
sobre la naturaleza salvaje y hasta los beneficios de la austeridad humana para sus relaciones interpersonales.
Si no trabajamos ahora con estos datos para intuir soluciones prácticas con sentido, tal vez pase de largo la oportunidad. Es un momento privilegiado para repensar de modo práctico el redireccionamiento del comportamiento humano hacia una reconstrucción de su hábitat como alertan los científicos por unanimidad. Siento la falta de personas influyentes en la academia qué pongan el acento en este otro tipo de enfoque que subraya la relevancia que tiene para el Ser humano encontrar cual es su función en el ecosistema terrestre. No vendría mal para ello releer a los antiguos, como las meditaciones de Marco Aurelio, o regresar imaginariamente al aula en el jardín de Epicuro.
Si no trabajamos ahora con estos datos para intuir soluciones prácticas con sentido, tal vez pase de largo la oportunidad. Es un momento privilegiado para repensar de modo práctico el redireccionamiento del comportamiento humano hacia una reconstrucción de su hábitat como alertan los científicos por unanimidad. Siento la falta de personas influyentes en la academia qué pongan el acento en este otro tipo de enfoque que subraya la relevancia que tiene para el Ser humano encontrar cual es su función en el ecosistema terrestre. No vendría mal para ello releer a los antiguos, como las meditaciones de Marco Aurelio, o regresar imaginariamente al aula en el jardín de Epicuro.
“Para cualquier parte de la naturaleza es bueno aquello que colabora con la naturaleza del conjunto y lo que es capaz de preservarla"- Marco Aurelio – Meditaciones (Libro II)
‘Consideremos, además, que, de los deseos, unos son naturales, otros vanos, y de los naturales, unos son necesarios, otros sólo naturales; de los necesarios, unos son necesarios para la felicidad, otro para la ausencia de malestar del cuerpo, otros para el vivir mismo. Pues una consideración no descaminada de éstos sabe referir toda elección y rechazo a la salud del cuerpo y a la imperturbabilidad <del alma>, puesto que esto es el fin de la vida venturosa. En efecto, es en virtud de esto que hacemos todo, para no padecer dolor ni turbación. Y una vez ha surgido esto en nosotros, se apacigua toda tempestad del alma, no teniendo el viviente que ir más allá como hacia algo que le hace falta, ni buscar otra cosa con la cual completar el bien del alma y del cuerpo. Porque nos ha menester el placer cuando, por no estar presente, padecemos dolor; <pero cuando no padecemos dolor, no nos es preciso el placer’.- Epicuro – Carta a Meceneo
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