Cuando pienso en los orígenes de
la ciudad, me fijo en mi ciudad; en la que he nacido y en la que vivo. Se
encuadra al resguardo de la Serra de Collserola y va hasta el mar Mediterráneo
acotada por los ríos Besos y LLobregat. Dell mar se levanta un peñasco de
nombre Montjuïc, idóneo para alertar de la amenaza de cualquier peligro vecinal.
Barcelona pues, se extiende en un lugar privilegiado abastecida por fértiles
campos a orillas de estos ríos. Sin embargo, la proximidad de estos ríos principales no debió de ser suficiente antaño para
proveer de agua a la ciudad. Hoy las Ramblas es el lugar natural de paseo de
los Barceloneses. La suave brisa que acaricia la piel en los días calurosos es
la cola de un canal de aire que vence la resistencia de Collserola entrando por
las concavidades dentadas de su forma natural. No sería sorprendente que en otros
tiempos las Ramblas acaudalan agua, si entendemos que la 'Riera de Sant
Miquel', una calle de líneas meandrosas, muere donde nace la primera de las
ramblas –la Rambla de Catalunya– de la que se siguen las otras cruzando el centro de
la ciudad hasta desembocar en el mar.
Veo que de todos los asentamientos posibles
algunos reúnen mejores condiciones naturales para el sostenimiento de una
comunidad humana: es allí donde fructifican las poblaciones. Esta hipótesis defiende
que la naturaleza coadyuva al hombre para asentarse en ciertos lugares
ventajosos para sus intenciones comunitarias. En lo esencial, la adaptación
territorial del hombre en la naturaleza es equiparable a la del resto de los
animales. Sin embargo, su especial aptitud para jugar a su favor con
los recursos naturales repercute en un intercambio desfavorable para el medio en
el que se adscribe. Su capacidad para causar sin escrúpulos efectos ventajosos
en menosprecio de la flora y fauna de la región, perjudica el equilibrio necesario
entre especies que sostiene la vida en el territorio. Aunque paradójicamente, como
especie viva, el desequilibrio con su medio natural revierte también en contra suyo.
Curiosamente, uno de los problemas principales que debieron sufrir las primeras
grandes concentraciones humanas debió de ser el de deshacerse de sus
excrementos y orines. La reinversión natural de los detritos en nutrientes para la tierra y para algunos animales, se vió impedida en las ciudades por
su singular topografía. La repugnancia corporal hacia los detritos tiene sus
fundamentos. Desconozco las conexiones químicas entre la podredumbre de los detritos
humanos en la solidez de las capas urbanas con la afluencia de enfermedades
como la peste, la sífilis u otras enfermedades, pero no creo decir nada de extraordinario
si vinculo esta falta de higiene con la aparición de estas enfermedades. Este hecho pudiera
ser un primer diagnóstico histórico de insostenibilidad medioambiental. Desde esta
perspectiva, el deterioro irresponsable del ecosistema o la interrupción de los
lazos simbióticos de cooperación con otras especies, traumatiza la Vida en un área revertiendo
con la irrupción de enfermedades y muerte. Es el modo tiene la naturaleza de involucionar a un estadio anterior de equilibrio con el ambiente abiótico en el
que se desarrolla[1].
Ya con la revolución industrial y el trabajo de las máquinas
la ciudad adquirió dimensiones insospechadas. Hoy las ciudades del primer mundo
están acondicionadas con medidas higiénicas que previenen aquellas enfermedades,
pero subsisten todavía otros tipos de contaminantes que traban la salud mental
y física de las personas. Aunque el hedor de la podredumbre orgánica no invada
las calles, los fármacos antiestrés, antidepresivos, las drogas (las legales e
ilegales), los potenciadores sexuales o desinhibidores, por destacar algunos
ejemplos, muestran vinculaciones deficientes con el pulso de la Vida en la ciudad. La
imprudencia de no haber querido respetar suficientemente la evolución de la Vida, probablemente sea el motivo. Temo que lo peor esté aun
por llegar si no se pone remedio inmediatamente a la desnaturalización del ser humano
en las grandes comunidades. La introducción del reciclaje es una medida
cautelar para contener el gasto de los recursos del subsuelo terrestre, pero no
resuelve un problema básico de fondo: la preservación de la Vida en el planeta.
Sueño con que las futuras generaciones puedan ver un grado de tecnología tan
avanzada y refinada que permita la convivencia con otras especies sin que éstas tengan que pagar por el bienestar humano. Ciudades-park donde el acaecer de la naturaleza marque unas
decisiones de orden prioritario para el sostenimiento del ecosistema. La
civilización más avanzada sería aquella que de modo consensuado, altera menos el
hábitat en el que su propio sentido se desenvuelve.
[1]«De hecho, la naturaleza nos demuestra cómo algunas especies incluso retroceden a una fase larval anterior de su desarrollo cuando su forma adulta se ha hecho demasiado rígida y mal adaptada. Este proceso, la paidomorfosis o neotenia, permite que la forma más joven y menos estructurada (y por lo tanto, más adaptable) lleve adelante a la especie» Henderson, H. “Una guía para montar el tigre del cambio.» en Thompsom, W.I (Ed.) (2006) Gaia. Barcelona. Kairós. P. 143
[1]«De hecho, la naturaleza nos demuestra cómo algunas especies incluso retroceden a una fase larval anterior de su desarrollo cuando su forma adulta se ha hecho demasiado rígida y mal adaptada. Este proceso, la paidomorfosis o neotenia, permite que la forma más joven y menos estructurada (y por lo tanto, más adaptable) lleve adelante a la especie» Henderson, H. “Una guía para montar el tigre del cambio.» en Thompsom, W.I (Ed.) (2006) Gaia. Barcelona. Kairós. P. 143
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