martes, 24 de septiembre de 2013

EL HOMBRE - LOBO



Tal vez suscite extraños pensamientos si afirmo que nuestra naturaleza “humana” se sostiene sobre nuestra naturaleza animal, ésta sobre la vegetal y ésta sobre un fondo mineral. De alguna manera, la teoría de la evolución también lo reafirma así. Desde la óptica de las ciencias naturales somos humanos ya que ciertas propiedades y cualidades nos destacan dentro de unas características comunes con los animales. Y ciertamente, hay características comunes con los vegetales de las que, asimismo, los animales se han emancipado. Hay suficientes evidencias empíricas para pensarlo de este modo, somos materia, necesitamos de luz y agua como los vegetales; ingerimos y defecamos como los animales, nos reproducimos, generamos calor, tenemos capacidad motriz, y además, tenemos la capacidad de desgranar el tiempo en significados: de sentirnos libres y de decidir como humanos. Por consiguiente el sabor de ser-yo no solamente se refleja en los rostros humanos que nos rodean, también es decisivo el clima, la topografía del suelo, la flora y la fauna regional, y en general los fenómenos naturales del entorno. Se entiende pues, que la alteración sistemática del suelo mineral, la ausencia o extinción de millones de animales sacrificados y las miles de hectáreas de vegetación autóctona deforestada, hagan pagar un alto precio a los habitantes de territorios maltratados para identificarse en el lugar que les corresponde por su naturaleza.
Igual que en una sociedad envejecida, la falta de jóvenes se suple con la resistencia a envejecer de los mayores y su extraña inmadurez, cuando el ser humano se separa abruptamente de su conexión con la flora y fauna regional, la sombra de estos referentes se manifiesta en comportamientos violentos, agresivos e incontrolados de origen animal y en alteraciones nerviosas por la ausencia de vegetación salvaje en el cotidiano de la vida. Quien sabe incluso, si el consumo normalizado de drogas de todo tipo (originariamente para curar) no esté vinculado con esta hipótesis. Se habla a menudo de una patología autodestructiva del hombre como algo irremediable o connatural a su ser, pero se obvia considerar todo lo que el hombre a destruido, alterado y erradicado en su entorno natural para tratar de entender los efectos que pueda esto producir en su psicología individual y de grupo. Nos hemos privado de los símbolos necesarios para reconocernos como humanos por encima de la voracidad animal y de la involuntariedad vegetativa*.
    Nuestra actividad mental se levanta sobre un lecho de vida vegetal que nos enraíza y apacigua la impetuosidad extrema de los deseos. La convivencia entre árboles, plantas, flores, arbustos, enraíza, tonifica el espíritu. La voluntad se desembaraza de las indisposiciones nerviosas que nos acompañan en las grandes urbes, para poder actuar con serenidad y convicción.
    La fatal expresión "Homo homini lupus" (el hombre es un lobo para el hombre) –cuando ni siquiera los lobos se devoran entre ellos–, tal vez si en las conquistas humanas se hubiera respetado (considerado) la vida animal de los territorios, no hubiera marcado un punto y aparte en las ciencias políticas que hasta hoy condiciona nuestra convivencia.
Esto son meras hipótesis sin probar pero no quería tampoco privarme de exponerlas.

*Ver Maturana: https://www.youtube.com/watch?v=ElvGUSpD3rs

2 comentarios:

  1. Hi ha pocs articles que m'agradin amb el sentit que aquest em conquesta. Gràcies. rosabertran.com

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  2. Gràcies Rosa, m´encoratja a seguir endavant!

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